Durante meses intenté desafiar la gravedad
con una sonrisa, una pluma y un despertar en
las lejanas orillas de tus labios, en un lugar
robado de algún sitio que todavía no llegue a identificar.
La delgada linea que separa una mirada de un gesto
no fue suficiente para evitar que te quisiera
en silencio, como cuando me veía atraído por algun
motivo a las oscuras salas de cine y la película
ya estaba empezada.
Recordé nuestros pasos por aquellos sitios imaginarios,
que solo yo creí, que solo yo sentí ciertos,
mientras tus palabras resonaban cálidamente como si el
aire templado de tu cuerpo se escapara lentamente en aquel
invierno en el que el frio se resbalaba entre mis dedos como
si de hidrógeno líquido se tratara.
Hicieron faltan mas de 19 días y 499 noches para darme cuenta
que todo aquello que imaginé ya no llegaba a iluminar el lóbulo
izquierdo de mi cerebro, aquel encargado en otros días de ilusionarse
con el simple sonido de un correo entrante.
Sin embargo, la distancia y la primavera se encargaron de
tumbar de una simple patada aquel castillo de arena blanca y suave
que tal y como me pasó siempre, tan poco trabajo me costó levantar,
y así, de una manera simple pero ávida de sentimientos,
volví a caer y a levantarme, limpiándome las rodillas de esa arena
negra que empañaba mis recuerdos.
Quizá mañana, cuando todo esto sólo sean recuerdos que retomen
mi mente a partir de un aroma de té rojo, espero esbozar esa media
sonrisa que el destino ayudado por la distancia y el tiempo
se encargó de reducir a esas cenizas que, como si de una línea
se tratara, marcaron el camino de mis pasos.
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