domingo, 20 de mayo de 2012

Alas de cera


Desde que Ícaro me regaló sus alas,
pensé que podía volar.
Descubrí la belleza del viento en mi cara,
paisajes de verde trigo que doraba el tiempo,
hinchazón de corazón en cada respirar
como si cada latido fuera el último,
como si supiera como hacer que la vida fuera vida

Sin embargo, volé tan alto con mis alas de cera
que el sol aplicó su más duro castigo y volví a caer al suelo.
Y allí las cosas, no diré que no sean buenas,
sólo que yo conocía a qué sabía el viento,
que color tenía el trigo o como latía un corazón libre.

Y cada recuerdo de como era la vida entonces
y la añoranza de lo que realmente puedo llegar a ser
hace que aquellas alas quemadas me duelan,
que no cicatricen completamente.

Y aquí me encuentro cada día buscando cera para reconstruir mis alas,
recogiendo trocitos de aquí y de allá, de los lugares más inhóspitos,
de cada rincón que la ciudad me ofrece en su gris vaivén.
Pero sé que de nuevo volaré tan alto como entonces
y volverán a derretirse mis alas y tendré que volver a construirlas
y así el viento será viento, el trigo será trigo y la vida, quiera o no, será vida.